lunes, 10 de febrero de 2014

El día de mi boda

Hoy me ha dado el día por limpiar a fondo el mueble del comedor. Allí tengo de todo: copas, vajillas y cuberterías que me regalaron el día de mi boda. De hecho, todo lo que tengo guardado en ese mueble son regalos y recuerdos de ese día. Cada vez que saco algo y lo vuelvo a guardar, me sale una sonrisilla de los recuerdos que me vienen.
El día de mi boda, como toda novia, estaba muy nerviosa. Fuí muy temprano a la peluquería, para que me atendieran la primera. Tengo que decir que mi peluquera tiene una paciencia increíble. Me ofreció una tila, que acepté encantada, y le dijo a mi madre que se pasara al cabo de tres cuartos de hora, que fue exactamente lo que tardó en hacerme el recogido. Se lo agradecí enormemente, porque mi madre es de esas personas que te pone de los nervios, sabiendo que estás nerviosa. Cuando la peluquera terminó de peinarme, la esteticista comenzó a maquillarme. Al terminar, me miré en el espejo y me vi radiante. El conjunto del recogido y el maquillaje realzaron mis facciones y mi piel.
Después volví a casa y dejé a mi madre y a toda la cuadrilla que iba con ella, en la peluquería. En casa me esperaba mi hermana, para ayudarme con el vestido y los accesorios. Lo tenía todo colocado por orden: el conjunto de ropa interior blanco y de encaje, las medias, la liga, el vestido de novia, los zapatos, los pendientes, la pulsera y, por último, el velo. Me ayudó con todo. La pobre vió que, a pesar de haberme tomado una tila en la pelu, me temblaba el pulso por los nervios.
Cuando quise darme cuenta, los fotógrafos ya habían empezado con el reportaje. Sinceramente, ese día me sentí como una superstar de esas que salen en la tele. Cuando terminamos, nos fuimos hacia el lugar donde Victor y yo decidimos celebrarlo. El sitio era muy bonito, es una finca que alquilan a la gente para hacer eventos y, está en un pueblecito de la costa de El Maresme, en Barcelona. Se llama Torre del Pi, tiene una
pequeña ermita y un salón donde se celebran caterings. Tiene parquing privado y una extensión considerablemente grande de cesped. Y las vistas desde allí, son impresionantes; se puede ver Barcelona a lo lejos y toda la línea de costa desde la ciudad, hasta Mataró.
Cuando llegué a la puerta de la hermita, ya estaba todo el mundo colocado en su sitio y, Victor me miró y se quedó impresionado, luego me dedicó una gran sonrisa. Estaba guapísimo, con su pelo rebelde repeinado, su traje color negro, su camisa blanca y su corbata gris plata. Me fijé que se había puesto una rosa blanca pequeñita en el ojal de la chaqueta. Pensé que eso había sido obra de su madre, ya que él me había dicho que no se la pondría.
Llegó el momento del "Sí, quiero" tan esperado. Después hubo un aluvión de fotos con todos los invitados. A algunos ni los conocía. Llegué a pensar que habían auto-invitados, pero mi madre me aseguró que no era así y se empeñó en decirme quien era quien. Sí, una joyita mi madre. Después de las fotos con los invitados, pasamos a hacernos las artísticas, en las que lo pasamos muy bien, porque nos hacían posar de mil maneras diferentes y yo no podía parar de reir. Eso sí, el fotógrafo se puso las botas haciéndome fotos, parecía que se había enamorado de mi.
Cuando entramos al salón, quisimos dar una sorpresa a la gente y, cuando entré yo en primer lugar, pusieron de fondo la canción Cartita de Amor, de Niña Pastori. Victor se quedó en la entrada, y yo me puse a cantar en playback, pasando por todas las mesas e interpretándola muy graciosamente. Cuando acabé, fue el turno de Victor. Él escogió el tema Quiero Morir en tu Veneno de Alejandro Sanz, pero a mi también me dió una sorpresa porque, a diferencia de mi, él la cantó sin playback, con lo tímido que es para esas cosas. Me dió por llorar, pero de felicidad. Todo el mundo se quedó alucinado, nadie le había escuchado cantar y, la verdad, tiene una voz impresionante. Cuando terminó, me agarró de la cintura, me echó hacia atrás y me dió un beso de película. No podía creer lo feliz que estaba en ese momento. Después de esos momentos tan emotivos, nos sirvieron el menú y, parecía que los invitados se lo estaban pasando bien.
Después del espectáculo de cortarle la corbata a Victor y quitarme la liga a mi, decidí que tenía que ir al baño, con urgencia. Mi madre y mi hermana me preguntaron si necesitaba ayuda, y yo les dije que no, que ya me las apañaría con el vestido. Fuí al baño y cuando terminé de hacer mis necesidades, me quité la braguita y la guardé en el bolsito. Cuando me senté al lado de mi marido, le susurré al oído que mirara lo que había guardado en el bolso. Lo abrió, puso los ojos como platos y me miró. Le guiñé un ojo y le sonreí con picardía. Justo en ese momento estaban sirviendo la tarta y, a los pocos minutos, empezó a sonar la canción Muy Dentro de Mí de Marc Anthony. Nos levantamos para bailar la canción y, mientras lo haciamos, me susurró al oído:
-Sé el lugar perfecto donde podríamos ir, sin que nadie nos moleste.
En cuanto terminó la canción y la gente se animó a bailar, nos escaqueamos disimuladamente. Ya fuera, Victor me cogió de la mano y se puso a correr. Le dije que esperara, que con los tacones no podía correr. Me los quité y me dejé llevar por él. Llegamos a la ermita y comprobó si la puerta estaba abierta o cerrada. Por suerte, estaba abierta. Entramos sin hacer ruido y Victor se sentó en uno de los bancos. Se desabrochó el pantalón y dejó salir su prominente erección. Me senté encima de él, con las piernas colgando entre el hueco del banco. Yo ya estaba muy húmeda, ansiosa por follar con el que era ya mi marido, así que cogí su polla y la coloqué en la abertura de mi vagina. Me fui sentando poco a poco, ya que quería disfrutar cada centímetro de su piel dentro de mi. Nos besamos, entrelazando nuestras lenguas en un baile lento que, poco a poco, iba aumentando de intensidad, al igual que mi cuerpo se mecía encima del suyo. Me agarré con las dos manos al banco y empecé a moverme con mayor rapidez. Victor estaba a punto del orgasmo, pero a mi aún me faltaba un poco. Decidí cambiar de posición. Por suerte, la falda de mi vestido no pesaba mucho y podía agarrarla sin que molestara demasiado. Me puse sentada de espaldas a él y volvimos a la carga. Mientras Victor me penetraba con empellones cada vez más rápidos, yo me acariciaba el clítoris. En pocos minutos conseguí correrme y poco después lo hizo él. Por aquella época tomaba la píldora anticonceptiva, así que no nos preocupábamos mucho por si me quedaba, o no, embarazada.
Al salir de la ermita, nos encontramos con mi hermana y un primo de Victor. Nos dijeron que nos estaban buscando aunque, en realidad, era una excusa, ya que durante toda la ceremonia y el banquete, no dejaron de mirarse. Luego nos reunimos con nuestros familiares y continuamos la fiesta dentro del recinto.
Después de quince años, me paro a pensar que, justo después de la ceremonia, no volvimos a ver al cura que ofició nuestra boda. Se lo comento a Victor y me dice:
-A lo mejor estaba escondido en alguna parte de la ermita y nos vió. Y, quien sabe, lo mismo hasta se hizo una paja viendo como follábamos.
Me lo quedo mirando flipando y comenzamos a reir a carcajada limpia.

2 comentarios:

  1. uffffffffff me encanta la historia, me hubiera gustado que eso me hubiera pasado a mi jajjaa. Susi

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    1. Jajajajaja yo creo que le gustaría a la mayoría de la gente XD
      Me alegra que te guste la historia Susi ;)

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